Enlace directo a Crítica de Recontruction (Christoffer Boe, 2003)A medida que crecemos, vamos adquiriendo todo tipo de vivencias. Tenemos alegrías, bastantes desengaños y conocemos a personas que, la gran mayoría de las veces, acabarán por hacernos daño. Aún así, seguimos jugando al juego de la vida aunque más de una vez deseemos poder eliminar, por una vez, todo atisbo de emoción y sentimentalismo de nuestras vidas o borrar completamente el recuerdo de una persona.
Hace un par de años, Michel Gondry planteaba de forma magistral algo parecido en la excelente "¡Olvídate de mi!" (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004), donde una máquina era capaz de eliminar una persona (y todo lo que se experimentó a su lado) de la memoria. Pero, en lugar de hacer más felices a las personas, sólo servía para que volvieran a cometer los mismos errores (y enamorarse de las mismas personas, claro), planteando así, un debate sobre el destino y la fuerza del amor (verdadero).
Ahora, el danés Christoffer Boe parece recoger el testigo y basa el punto de partida de su última película en este interesante "What if", aunque con unos intereses totalmente diferentes...
Zetterström (Ulrich Thomsen) es un brillante pianista. Su incapacidad de aceptar sus errores le ha llevado a una auto-superación constante que no le deja amar otra cosa que no sea su música. Debido a ello, su novia Andrea (Helena Christensen) le abandona.
Ante tal perdida, Zetterström opta por esconder en lo más profundo de si mismo todo lo vivido hasta entonces, olvidando su pasado y centrándose (aún más) en su carrera.
Diez años después, Zetterström ha alcanzado la fama como músico, vive en América y no ha vuelto a Copenhague, su ciudad natal, desde entonces, por lo que desconoce que sus recuerdos, lejos de permanecer enterrados en su interior, han optado por vivir libremente en "La Zona", un misterioso lugar al que nadie puede acceder (y por lo tanto nadie sabe lo que se encuentra ahí) y que ocupa un amplio territorio de la capital danesa.
Cuando Zetterström regresa con motivo de un concierto, entra en escena Tom (Henning Moritzen), un misterioso personaje que le dará a conocer "La Zona", dándose cuenta así que ha olvidado gran parte de su vida, aunque quizás ya sea tarde para recuperar lo perdido...
El director reincide en varias ideas ya expuestas en "Reconstruction" (2003), su ópera prima, aunque esta vez lo hacen acompañadas de un concepto prestado de una conocida película a la que es imposible obviar, "Stalker" (Andrei Tarkovski, 1979), creando así un ejercicio cinematográfico multireferencial.
Al igual que en la obra del maestro ruso, aparece "La Zona", un lugar temido por algunos y desconocido para todos, un laberíntico territorio que cambia a cada paso (que mejor lugar para los recuerdos que una ciudad esquiva, pues ellos mismo lo son) y que impide pasar dos veces por un mismo sitio. Una trampa conceptual en la que al final, después de un largo sufrimiento y gracias a la Fé (Fé en su propia existencia en el caso de Stalker, Fé en los demás y en uno mismo en el caso de Allegro), nos aguarda lo que más ansiamos conseguir.
Por suerte, sólo roba de Tarkovski dicho elemento y no se siente tentado a jugar con la dilatación del tiempo y/o del espacio, resultando una obra igualmente hipnótica y que, como su propio nombre indica (Allegro es un término musical que indica que la pieza tendrá un ritmo rápido), avanza rauda pues, como nos recuerdan en el filme, el tiempo no se detiene.
Según Christoffer Boe, el ser humano no puede ser feliz sin recuerdos ni emociones. De hecho, Zetterström lo único que consigue borrando su pasado es encubrir lo infeliz que es en realidad, aunque para darse cuenta de ello necesite la figura de Tom, una especie de demiurgo platónico (según Platón el demiurgo era la entidad que, sin ser creadora, impulsaba el universo, en oposición al demiurgo gnóstico que se encontraba en Reconstruction, un ser malvado que creaba el mundo y aprisionaba al protagonista en él) que decide tomar partido por el sufrido músico y ayudarle, por medio del sufrimiento y la confrontación, a ver la luz (otro concepto platónico).
Tom es el completo opuesto al personaje del escritor de Reconstruction, mientras uno escribe las vidas (y sus trampas) de los demás, el otro se dedica a leer y almacenar los libros vitales de cada uno (los libros son la memoria colectiva, dice en la película). Mientras August (el escritor) decide castigar al amante de su esposa, Tom prefiere perdonar a Zetterström por sus pecados, etc.
Ambos juegan con las vidas ajenas y parecen ser las dos caras de una misma moneda, aunque moralmente sean completamente distintos.
Las preocupaciones de su autor siguen inmutables, sigue interesado en contarnos como el amor (o la falta de) cambia nuestro mundo, como el hombre debería atreverse a afrontar sus sentimientos (al contrario que la mujer, que en su cine siempre tiene muy claro lo que quiere) y a confiar en los demás (sólo así, parece decirnos Boe, alcanzaremos la felicidad). Toda una cuestión de principios que, a la espera de ver su nueva película "Offscreen", tomaremos como base para entender su cine, un cine romántico (y siempre en clave fantástico) libre que lo convierten en uno de los directores más interesantes del panorama danés actual.